Preparándonos para una posible vuelta a la no presencialidad

Lamentablemente, la situación epidemiológica en mi isla, Gran Canaria, me lleva a pensar que el principio de curso pueda ser en modalidad no presencial. No es el escenario deseado, pero vale más estar preparados, ¿no crees?

Este artículo no pretende ser un abecé de lo que debería ser una clase no presencial, sino más bien una modesta propuesta de cómo creo yo que podría funcionar.

Al final de esta entrada dejaré colgada una presentación que elaboré al finalizar el pasado curso, con la reflexión que hice en aquel momento y que creo que aún puede ser muy válida. En ella hablo de recursos y herramientas concretas. Pero no me alargo más y cuento lo que me viene rondado últimamente en la cabeza.

Antes de empezar a dar nuestras clases, lo primero que tenemos que hacer es elegir dos cosas: un aula virtual y una plataforma de videoconferencia. El aula virtual es importantísima para ir colgando todo lo que vayamos haciendo, para dar cobertura a quien por la brecha digital, por motivos de conciliación o por el motivo que sea no pueda seguir las sesiones síncronas. Además, el aula virtual debería ser nuestro punto de encuentro, de donde parta todo.

Una buena aula virtual debería ser usable por parte de alumnado y profesorado, darnos un respaldo de cara a la ley de protección de datos, permitir colgar todo tipo de materiales y, a la vez, permitirnos hacer seguimiento de nuestro alumnado. En cuanto a la herramienta de conferencia, el ideal es una plataforma que permita ver a todo nuestro alumnado a la vez en pantalla, que nos deje compartir pantalla y sonido, que facilite la creación y supervisión de grupos pequeños y, por supuesto, que sea usable.

Las clases no presenciales no son iguales a las presenciales, pero sí podemos replicar el modelo en la medida de lo posible, teniendo en cuenta, además, que el alumnado del que hablamos había escogido una enseñanza presencial. A mí me gusta un modelo de clase dinámico, en el que cada actividad presenta un agrupamiento y un tipo de interacción diferentes, dando protagonismo al alumnado en todo momento. Evidentemente hay momentos en los que no se puede obviar la parte expositiva por parte del profesor, pero no debería ser la parte más importante.

Por motivos obvios no podremos usar esos juegos que tanto nos gustan a los y las docentes de idiomas, esos con papelitos, pero tampoco en la nueva normalidad en formato presencial, pero sí que podemos tirar de juegos en línea tipo Kahoot o Quizizz. En la presentación final incluyo un montón de ideas de herramientas de todo tipo, también para juegos.

En cuanto al formato de las clases, la intensidad de una clase por videoconferencia y el desgaste tanto del alumnado como del profesorado es mayor que en una clase presencial de las de toda la vida. Es cierto que en los niveles A el o la aprendiz necesita más acompañamiento que el alumnado de niveles B o C, sobre todo en los momentos más iniciales del aprendizaje y el combinar la carga lectiva de forma síncrona y asíncrona es más difícil. Sin embargo, con alumnado hábil y dispuesto, podemos intentar emplear un modelo combinado en el que una parte de la carga lectiva sea síncrona por vídeoconferencia y otra asíncrona con actividades individuales o colaborativas utilizando herramientas tales como Padlet. En un modelo como este, una parte de la carga lectiva, entre el 50% y el 70% podría ser síncrona por vídeoconferencia, con actividades de todo tipo en las que la interacción entre los discentes sea la tónica, y donde el protagonismo lo tome la producción y la mediación oral, que es la actividad de lengua o destreza que más difícilmente se puede practicar en soledad. Aquí también englobaríamos actividades de práctica guiada o cualquier actividad que realmente necesite el apoyo del profesor. El resto de la carga lectiva de la sesión podría tener lugar de forma asíncrona y aquí podríamos enmarcar la producción escrita o actividades de comprensión o mediación escrita y cualquier actividad que no necesite del apoyo del profesor o de la profesora.

En cualquier caso, lo que debería primar es la flexibilidad, nuestra capacidad de adaptarnos a lo que el grupo-clase necesite en ese momento, pero sobre todo adaptarnos a su competencia digital y las posibilidades de conexión en sus domicilios.

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